DÍA DE LA MADRE | HASTA -50%

 

¿Conocéis esa sensación de ir por una nacional detrás de un camión durante kilómetros y kilómetros sin poder adelantar y, entonces, cuando finalmente lo conseguís, se apodera de vosotros el espíritu de Fernando Alonso y corréis como si quisierais recuperar el tiempo perdido?

 

Pues eso es lo que ocurre en muchos casos en el retorno al entrenamiento tras haber superado una lesión. Nos pasamos semanas o meses frenados por las molestias, deseando que llegue el día de dejarlo todo atrás y, cuando finalmente vemos el camino despejado, nos volvemos locos y apretamos el acelerador como si no hubiera un mañana. El problema en estos casos es que si, que hay un mañana, y que lo más probable es que esa actitud de "desenfreno post-lesión", en lugar de alejarnos del pozo en el que hemos estado metidos, vuelva a lanzarnos al oscuro fondo del que acabamos de salir.

 

Se ha puesto de moda esa parte del entrenamiento, esa tierra de nadie, en la que hemos dejado de estar lesionados, pero realmente aún no estamos lo suficientemente sanos. Hay másteres, posgrados, cursos de especialista, artículos y libros cubriendo esa temática. Hasta se le ha puesto un nombre guay y comercial en inglés, que es ya lo que termina por darle caché a cualquier temática. Hoy hablamos del "return to play".

 

Había una carrera en un pueblo de Galicia del que era originario un entrenador mío. Era una subida a una Ermita, superlarga y muy dura. El consejo que te daba cuando ibas a correrla era: "Si durante la primera mitad de la subida sientes que vas muy despacio, decelera un poco más".

 

Con esta frase resumo todo lo que os voy a contar a partir de ahora. Así que, si no tenéis mucho tiempo, podéis dejarlo aquí. Si por contra tenéis ganas de seguir procrastinando seguimos desarrollando la idea.

 

Solemos querer volver en el mismo punto que lo dejamos. ERROR.

 

Ha habido una caída de forma y por extensión una reducción de la carga que podemos tolerar. Esto se ve muy claramente si tiramos de las gráficas de estado de forma. 

Vemos un aumento progresivo de la forma (línea azul) y una vez nos lesionamos y paramos el entrenamiento ésta va cayendo progresivamente. Tratamos del volver, excesivamente rápido (pico de la derecha) y volvemos a la lesión. Más decaimiento. El trabajo que realizamos les da cierto mantenimiento a nuestras adaptaciones centrales, pero las específicas se van perdiendo. Eso nos coloca en el momento de vuelta al entrenamiento post-lesión con un estado de forma muy inferior al que teníamos. Puede que aguantemos una sesión, dos o incluso una semana de cargas próximas a las que había estado haciendo antes de lesionarme. Pero con toda seguridad ese exceso acabará llevándome a una nueva recaída.

 

Hay un valor que nos puede orientar sobre la carga que podemos tolerar. Se llama ratio carga-forma. Hay estudios que muestran cómo, cuando ese ratio sobrepasa sistemáticamente un valor de 0.7-0.8, la lesión es cuestión de tiempo. De modo que basta con programar las cargas en base a ese ratio. Parece sencillo, pero no lo es. Y tampoco es una panacea. Porque hay una cara B: El trabajo de fuerza.

 
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